Si Dios llegara a visitar
la casa
en un atardecer, si Dios
viniera,
si yo pusiera en sus
manos totales la total
llave que nos abre el mundo
turbio,
el mundo hundido de esta
casa hundida
como un gran hoyo o como un
monstruo ciego.
Adelante, Jesús. Veamos
todo; no marchites el rostro,
el ojo blanco, la silbante
sangre, tu madera.
Aquí está Pedro que se ató
las manos
con alambres de púa y de
serpiente,
que inunda pabellones de
fantasmas
y profiere alaridos, tu
sufriente.
Adelante, Jesús. Aquí a la
vieja que se lava las manos
el pellejo le cuelga de los
dedos sarmentosos,
tiene sangre, suda sangre,
sufre sangre;
vedla sangrar, falanges
cavernícolas,
dedos rasgados de jabón,
martirizados de agua,
tu sufriente.
Adelante, Jesús. Aquí el
poeta que se estrangula solo,
que ruge, escupe, orina y
cabecea,
y al fin como una bolsa que
se pudre,
sus huesos sobre el suelo
esparce al viento.
Todo está bien. Job en su
piedra,
Job en su yugo. Job en su
cadena.
La locura es el beso de los
ángeles
que tienen de medusa las
cabezas.
Saúl Pérez Gadea
Saúl Pérez Gadea