miércoles, 16 de octubre de 2013

ESA SOLITARIA COMUNIÓN - Diego Techeira



…entonces el muchacho se dijo:
estas palabras deberán su perduración a la ignorancia,
su protección a la oscuridad.
Y se puso a escribir un poema con saltos de salmones.
W.B.




Luego de quedar instalado en la imagen fugaz de los salmones durante un tiempo que pudo parecer la eternidad, regreso a la penosa convención que ha convenido (aunque no a todos) en llamarse socialmente "realidad".
Me devolvieron a la misma (es preciso otorgar a la noción de "enajenación" el sentido contrario al que tiene), atravesando mi ventana, una reyerta canina y la necesidad que una vecina propagó de confirmase en el mundo a través de un extenso juramento vociferado contra un prójimo, con notable despliegue técnico (o esotérico) de lenguaje, a juzgar por su vocabulario compuesto por completo de palabras nada fáciles de hallar en el diccionario.
Regreso a ese último verso. Los salmones que veo son ahora menos. A veces apenas un salmón solitario que se debate contra la corriente furiosa y contra las piedras.
Hay una comunión entablada entre ese poeta y mi mente. Esa comunión se llama "imagen".
Esta comunidad supo ser más amplia. La imagen era un cardumen que las sociedades enteras cultivaban para que poblaran los confines y rebasaran los límites de lo conocido. Conformaron entonces una imagen del mundo.
Hoy es una especie en extinción.
Me conmuevo con el verso de Benavides y me pregunto cuántos son los poquísimos lectores capaces de atravesar el significado inmediato y rígido que apresó a las palabras y descubrir lo que está vivo detrás del vidrio de la pecera que llamamos "concepto". Verdadera reclusión para una especie que supo alcanzar territorios insospechados. Cuántos no llegarán en su lectura a la conclusión: "Bueno... se puso a escribir un poema que habla de salmones que saltan...".
Pobre destino el de la imagen; acabar en una red para ser consumida sin otro sentido que distraer momentáneamente el hambre: un aperitivo. Pero el vacío persiste y los íconos de fabricación masiva que la sustituyen han generado adicción. El mundo es un mercado de figuras, y su superproducción no acaba nunca con el hambre. Son imágenes virtuales: cibersexo, amistad en línea, transgénesis, clones, "reality-shows", flashes informativos y publicidad.
El mundo es hoy un campo de batalla entre ilustraciones que aparentan perspectivas pero disfrazan su realidad de estrecha pecera. Las historias ("la historia" que nos venden) son un relato que se empieza a construir desde la moraleja. Las lecturas son obvias, y la imagen, que supo descubrir el mundo, es desplazada por una mera ilustración de preconceptos. "La libertad es difícil —es el slogan—; tú tranquilo en tu pecera, que yo te la doy adaptada a la moda para que la entiendas".
Hay quienes han optado por no creer en el Big Bang y otros niegan la evolución de las especies. Prefieren poner toda su fe en la versión del engendro verde hidrocefálico mientras esperan la creación de calabazas gigantes y la clonación de Cristo a partir de la manipulación de sus respectivos ADN. En las universidades hay estudiantes de literatura que llegan a proferir que no les gusta la poesía (¡!). Probablemente la imagen resbaladiza del texto los confunde: la figura escapa de sus manos, y cuando creen dominarla, no se adapta a los moldes de su juguete: un tablero con formas geométricas. ¡Ni siquiera es una adivinanza!
Mientras tanto, las palabras, protegidas por la oscuridad, pueden nadar libres contra la corriente. Con Benavides nos sentamos a cambiar impresiones de sus saltos.





(prólogo al libro LA VOZ Y EL CONJURO)