´
Traspié: es el vocablo
que mejor define esta obra. No sólo a ella en sí misma sino, además, a la
relación del lector con este conjunto de textos.
Traspié, porque la
palabra parece aquí un acto fallido, la irrupción de una laguna que por un
momento nos dejara la mente en blanco: la laguna en esta ocasión está
construida de palabras y el que queda en blanco no es el discurso sino el
silencio: el blanco es este balbuceo que se apresura a ubicar lo cotidiano en
otra dimensión, en la que vemos cada uno de nuestros actos de pronto como
cayéndosenos de entre las manos. (...)
No es difícill, entonces,
relacionar esta obra con Lautréamont, pero además
con Marcel Duchamp, para quien la palabra era material plástico también:
algunas de sus obras, caracterizadas precisamente por la descontextualización y
la correspondiente sorpresa provocada ante una escena que subvierte nuestros hábitos
mentales, se sostienen en un juego de palabras: un cambio de signos y el objeto
pasa a ser otro, y, por lo tanto, otra nuestra relación con él. (...)
Extrañamiento del
lenguaje: no sólo se coloca sobre las cosas como etiquetas equivocadas: también
se transforma en protagonista: pareciera que el lenguaje es en este caso un
traductor mentiroso, que hiciera decir antes de ser dicho. Es donde la relación
que tenemos con el código se nos evidencia falta de libertad. (...) Entonces se
desvanecen todas las referencias. El extrañamiento, esta vez del mundo, nos
sumerge en un estado que podemos asociar fácilmente al onírico: el mundo no
encaja en el lenguaje porque éste es una construcción intelectual que fija,
codifica, cataloga, define, estigmatiza conceptualmente: es la poesía la que
nos permite, finalmente, relacionarnos con él. (...)
Diego Techeira